miércoles, 29 de abril de 2009

Cartas a Lucilio XIV

Ordenar las imágenes hasta convertirlas en frases y después en momentos, no creo que aún tengas que parar a hacer balance y a cortar-pegar todo lo que has vivido en Madrid, porque aún no has acabado, aún no has vencido.., tienes todas las tareas a medias, las personas a medias, el miedo enfrente y su recuerdo atravesado…

Liberarnos empieza por querer nuestra libertad, por no querer seguir encerrados en preciosas cárceles…

Liberarnos también implica el considerarnos espíritus libres y actuar como tales, desechando la debilidad como refugio, que la libertad sea tu refugio, tu lugar donde esconderte antes de volver a contrastarte con alguien…

“Contrastarse” con alguien, es una figura curiosa, porque en realidad siempre andamos buscando a nuestros semejantes... pero cuando los encontramos y empezamos algo con ellos nos damos cuenta de si estamos preparados o no, contrastamos lo que nosotros queremos con lo que nosotros somos y podemos realizar…

Contraste es el hecho de contrastar: “mostrar a una persona o cosa una gran diferencia con otra” o “comprobar la veracidad o exactitud (de algo)”.

Quizás sólo vemos la verdad propia al contrastarnos con los demás, al abandonarnos a nosotros, al atrevernos a no hacer pié por un momento… es solo cuando decidimos perder el control por unos instantes cuando somos de verdad, cuando nos vemos haciendo cosas que considerábamos impropias, demasiado valientes para nosotros y también cosas demasiado cobardes …

Sólo somos capaces de ver nuestro propio color si lo ponemos sobre otro fondo que no sea nuestro, si lo vemos con otra mirada, reflejado en otra piel…

Abaço

Abrázame como yo quiero, como yo necesito, con la fuerza de verdad, no con las muñecas rotas ni con los brazos cansados, como si fueras una muñeca, una amiga hipócrita, una persona prescindible…

No lo hagas, no me mires así y luego me des la mano porque tienes miedo, porque eso es cobardía, traición, olvido…

El otro día, sin que me diera cuenta, se me fueron las ganas de luchar, de crecer, de progresar. El otro día una parte de mí decidió quedarse a vivir con las migajas, con el recuerdo, con la derrota… con todas las cosas no superadas, con todo el infantilismo, la puerilidad, las ganas de no salir del edredón, otra vez…

Otra vez… y ni siquiera lo he visto venir, ni siquiera he querido reconocer que me estaba metiendo en la boca del lobo de nuevo, pensando que tenía el control de la situación, que tenía la fuerza para no dejarme llevar, para no rendirme cuando llegase la prueba, para no justificar toda la mentira, otra vez…

No quiero tus migajas, ni tu abrazo partido, ni el miedo que me provocas.

No me abraces, golpéame con el puño cerrado.

Aquel Regalo

Te doy mi regalo y entonces tomo conciencia de lo que estoy haciendo: yo me empeñaba en pensar que no me haría daño, que yo podría con todo, o simplemente no pensaba, no calibraba hasta el final las consecuencias de esa montaña, de ese texto copiado con prisas en el reverso del cuadro…no veía el alcance de mi propia sangre, el dolor latente que tenía que salir, la última lágrima en la recámara…

Y con un nudo en la garganta he empezado a caminar, comprendiendo el porqué de mis anginas, el porqué de la melancolía de mi melancolía que venia sufriendo desde antes de ayer…comprendiendo que había cometido un error más, que había escrito palabras de más y que había dicho palabras de menos, o que no había dicho nada de todo lo que sentía cuando escribí aquellas palabras, o estas…

Y siempre putos puntos suspensivos, como para darle emoción, como si actuase de cara a un público que jamás existirá. Me zampo el sándwich en tres mordiscos sin siquiera masticarlo, atascando mi garganta en un acto animal, a ver si me atraganto y le doy un toque aún más absurdo a todo esto, una risa desesperada.

Y volviendo a casa con la cabeza gacha pensando en ti, mientras me cruzo con un semejante con la mandíbula apretada y el gesto contraído, una minifalda bordada con el miedo al rechazo, con el miedo a ser fea, con dos adolescentes inconscientes que lo serán toda su vida, que jamás amarán en condiciones y nunca entenderán lo que es un color… con tres niñas monas que me recuerdan a ti y a las que analizo como un doctor pero en las que no me encuentro ni te encuentro a ti…

Propaganda, señores mayores asustados por el progreso que ellos mismos impulsaron, buscando al dios que odiaban en su juventud, acojonados por su ignorancia, mirando de reojo al inmigrante, a mi, a mi pelo largo…

Una chica se me queda mirando en el paso de cebra que hay ante el hospital, estoy a punto de romper a llorar y creo que se da cuenta, cruzo en rojo para llegar ante la estatua de San José, y ahí está con su hijo en brazos. Mirándome, buscando a la madre…

Empiezo a acariciar las paredes del hospital mientras hago la esquina, salen dos ancianos sonrientes de la clínica oncológica situada al lado del portal, un taxista con gesto disgustado les espera impaciente mientras yo cruzo a su lado como una exhalación, empapándome de su muerte, con mi vitalidad arrogante y mi pequeñez.
Llego al cuarto piso y cierro las puertas del ascensor y empiezo a acariciar las paredes, su gotelé barroco hasta que me arden las yemas y abro la puerta de casa rezando para estar sólo.

Y básicamente sigo igual desde hace ya 10 días y dos o tres noches, mirando en mi interior para seguir desgranando los entresijos de mi derrotismo, de mis pocas ganas de avanzar con respecto a ti. Lo peor es que cada vez lo veo más claro, cada vez mis sueños son menos confusos, menos esperanzadores y tu sombra se eleva cada día más alta, tapando mi luz, estirándose con la fuerza del viento a punto de romperse en mil pedazos…y no quiero, y no quiero.

Idea Vilariño

Las lilas de Alejandra,
el pecho de Alfonsina,
el verbo de Idea...
la lucha de Mario...
los poetas ya sólo mueren,
ya sólo les recuerda
una venta a destiempo,
una fiebre pasajera
untada de morbo y desaliento.